por Árbol Televisión Participativa
Comunicación y comunidad derivan de la misma raíz latina: “Communis”, que significa “poner en común algo con otro”. La esencia de estos dos conceptos está en el compartir entre las personas, para lo que es necesario establecer vínculos a través de los cuales intercambiemos ideas, saberes y sueños, que den sentido a nuestras vidas y a nuestro accionar individual y colectivo.
Tanto la comunicación como la comunidad son procesos de construcción de identidad, que necesitan de al menos 2 personas que emitan y reciban mensajes para crear ese “algo en común”; este proceso es posible si existen lenguajes y códigos compartidos. Una comunidad es el resultado de ese “algo en común”, que es lo que le da el sentido de pertenencia a quienes son parte de ella (por ejemplo, soy de La Teja, soy hincha de Peñarol, soy joven, soy mujer, etc.). Cada uno de nosotros pertenece a varias comunidades - aunque podemos sentir una más fuerte que otra -, ya que somos, hacemos y tenemos distintas cosas, que nos determinan grupos de referencia diversos, que pueden crearse, desaparecer o cambiar con el tiempo. Además, cada uno de nosotros es co – participante en la construcción de esos grupos – ya sea de forma consciente o no, explícita o implícita -, y lo hace a través de su escucha, su expresión, y de su accionar.
La comunicación dialógica denomina a ambas personas como
E M I R E C ( e m i s o r - r e c e p t o r ), diferenciándolo del planteo clásico de comunicación que asigna a uno el rol de emisor y a otro el de receptor.
También es importante destacar que una de las claves de la comunicación dialógica es el saber escuchar y ponerse en el lugar del otro, experimentar lo que se llama “empatía”. Antes de emitir es necesario escuchar al sujeto con el que queremos comunicarnos, y también escucharnos a nosotros mismos - cuáles son las necesidades, conocimientos y motivaciones de ambos-, para que lo que expresemos y hagamos, tenga sentido para todos los que participamos del proceso de comunicación.
El proceso de comunicación entonces es también un proceso educativo, en el cual buscamos la transformación de nuestra realidad. Descubrir qué cosas no nos gustan y queremos cambiar, qué necesidades tenemos como integrantes de esa comunidad; poder reflexionar sobre ellas y analizarlas, para luego volver a la realidad y actuar sobre ella.
Los aprendizajes que surgen de este proceso generan nuevos sentidos que pueden compartirse con otros a través de diferentes formas de comunicación: “cara a cara” (interpersonal) o utilizando medios (audiovisual, radial, escrito, etc.).
Los medios son un actor social más que aportan a la socialización y la construcción de identidades, y deberían contribuir a la integración, la solidaridad y la preservación de las culturas. Sin embargo, generalmente no sucede así, y estamos inmersos en programas de TV que hablan sobre otros, frecuencias de radio que se repiten a sí mismas, publicidades que nos venden productos como si fueran esenciales para nuestras vidas, etc. El espectador (televidente, oyente, lector) queda en el rol de mero receptor, generalmente en actitud pasiva y acrítica.
Por otro lado, hay muchas experiencias que creen que la comunicación democrática y dialógica es posible y necesaria, y utilizan los medios como herramientas que aportan al desarrollo humano; las radios, televisoras y periódicos comunitarios son un ejemplo. Es importante tener en cuenta el papel formativo de la participación en la comunicación, ya que los humanos aprendemos principalmente por experiencia, la palabra dicha – comunicada, adquiere un gran valor significativo ya que refiere a lo vivido y por lo tanto a lo aprehendido.
Tomado de "Aportes para la realización y circulación de videos comunitarios" Árbol Televisión Participativa, 2011