UBUNTU fue parte organizativa de la Cumbre Mundial de Juventud Afrodescendiente, celebrada en Costa Rica del 5 al 7 de octubre de 2011. Este hecho marca un hito en el marco del movimiento afrodescendiente de las Américas. Por primera vez, un grupo de jóvenes, agrupados en el Círculo de Juventud Afrodescendiente de las Américas, organizaron un encuentro de, por y para las juevntudes afrodescendientes a nivel mundial. Esto habla de un ejercicio de autonomía y un empoderamiento que sólo es posible gracias a nuestros ancestros, a la sabiduría de un movimiento incansable en su lucha y que a lo largo de la historia ha resistido y se ha reinventado, mirándose al espejo para evolucionar, no repetir errores pasados y dejar mejores días para los que vendrán. Estamos orgullosas de haber formado parte de esa iniciativa y queremos compartir junto con ustedes uno de los puntos más altos y emotivos de las programación. Ese momento fue el mensaje realizado por el Dr. Quince Duncan*, más allá de algunas críticas "feministas" este mensaje constituye un avance, nos faltan muchos pasos y nos falta mucho camino por delante, pero es lindo saber que nuestros pasos vienen de lejos y estamos contribuyendo para que sigamos caminando como comunidad en el futuro.
Juventudes afrodescendientes: Reivindicando el pasado, protagonizando el presente y construyendo el futuro**
MENSAJE A LAS JUVENTUDES DE AFRO AMERICA.
Quince Duncan
Conferencia dada a la Cumbre de la Juventud Afrodescendiente en San José Costa Rica, el 05/10/2011
Juventudes de Afro América, hay un documento sobre la esclavitud que se conoce como el discurso de Willie Lynch, un supuesto esclavista del Caribe que según la tradición fue invitado al Sur de los Estados Unidos para aconsejar a los esclavistas sobre cómo tratar a los negros. El documento ha sido puesto en duda por historiadores tradicionales, sobre todo porque utiliza un vocabulario que no existía en la época atribuida a Willie Lynch.
Pero independientemente de su autenticidad u origen, quien quiera que lo haya escrito, evidentemente tenía una visión clara de lo que hemos experimentado como comunidades negras durante siglos.
En lo medular Willie Lynch decía lo siguiente:
LA DESCONFIANZA ES MÁS FUERTE QUE LA CONFIANZA Y LA ENVIDIA MÁS FUERTE QUE LA ADULACIÓN, el respeto y la admiración. Los esclavos negros después de recibir este adoctrinamiento desempeñarán y pasarán (…) a ser capaces de autorreproducirse por cientos de años, quizás miles. No olvide que debe enfrentar al negro viejo contra el negro joven, y el negro joven contra el negro viejo. Debe oponer a los esclavos de piel oscura contra los esclavos de piel clara (…) debe usar las mujeres contra los varones y los varones contra las mujeres. Y deber tener entre ellos agentes y supervisores blancos que desconfían de todos los negros.
Por otra parte tenemos la Canción de Bob Marley
Old pirates, yes, they rob I;
Sold I to the merchant ships,
Minutes after they took I
From the bottomless pit…
Emancipate yourselves from mental slavery;
None but ourselves can free our minds.
Won’t you help to sing
These songs of freedom? -
Viejos piratas que me robaron/y me vendieron a los barcos mercaderes/minutos después de sacarme/del fondo de la bodega (..) Emancípense de la esclavitud mental/nadie más que ustedes pueden liberar sus mentes… /¿no quieren ayudar a cantar/estas canciones de libertad?
Juventudes de Afro América, la lucha contemporánea les corresponde. Les corresponde derrotar a Willie Lynch, es decir, derrotar al racismo, derrotar la división y asumir el desafío al que nos llama el poeta-cantor: liberar sus mentes de la esclavitud mental.
En ese sentido, Juventudes de Afro América, quiero señalar cuatro pasos importantes para pasar del sueño a la realidad.
- Hay que recuperar una noción crítica de la comunidad ancestral.
- Hay que restituir la horizontalidad de nuestras relaciones de género.
- Hay que mantener la autonomía de nuestra lucha.
- Hay que defender a toda costa nuestra integridad mental.
Recuperación crítica de la noción de comunidad ancestral
La comunidad ancestral de la cual les hablo, está constituida como lo señala el pueblo Ashanti: de los ancestros, de los vivientes y de los que han de venir. Tenemos que entender que somos parte de un todo, que se extiende en el espacio y en el tiempo.
En ese sentido, nos une un origen común. La gran mayoría de nuestros ancestros africanos, vinieron de una cultura muy similar, de una región geográfica, de un área cultural con enormes semejanzas culturales.
También nos une, la común experiencia de nuestros ancestros africanos y afrodescendientes con la esclavización. Nuestros ancestros fueron arrancados a la fuerza de su territorio, despojados de su humanidad, sometidos a la más cruel y prolongada barbarie que ha azotado a la humanidad. Porque la esclavitud trasatlántica fue eso, un crimen de lesa humanidad, que implicó la cosificación de los seres humanos que en la legislación y en la cultura occidental, pasaron a ser enlistados junto a las bestias de carga y el mobiliario.
Nos une también la lucha heroica de nuestros antepasados, que resistieron en el Africa –loas a Nyzinga Mvande, loas a Shaka Zulu, loas a la comunidad africana que resistió a como pudieron, con sus armas artesanales y su valor infinito. Egregia la lucha de los que resistieron en América, palmas a Yanga de México, palmas a Benkos Biojo de Colombia, palmas a Illescas del Ecuador. Nos une la lucha heroica de los que jamás creyeron la vetusta historia de nuestra deshumanización.
Nos une nuestra común experiencia con las castas, que nos dividió por el grado de melanina en nuestra piel. Como lo señalaba el autor de la carta de Willie Lynch, los de piel clara contra los de piel negra, los de piel negra contra los de piel clara. Las castas, un sistema estructurado deliberadamente para dividirnos. El Tercer Código, liberado en Santo Domingo, intentó institucionalizar de manera definitiva el sistema de “castas” y establece una clara segregación entre ellas. La ley Nº 1 del Capítulo Tercero señala la intención cuando dice: es muy explícito. Dice al efecto:
“Dividiremos su población. Primeramente en negros esclavos y libres y estos en negros y mulatos o pardos”.
Pueden ver, estimados jóvenes que esa fue la práctica de la filosofía de Willie Lynch en el mundo iberoamericano.
El sistema de castas nos nos dejó mucha basura, como eso del pelo bueno y el pelo malo, como eso de las facciones finas, como eso de levantar el color. Pero nuestros tatarabuelos y tatarabuelas se levantaron por encima de las castas, para reconstruir su cultura y recuperar su africanidad, se levantaron para seguir construyendo su espiritualidad, su música, sus danzas, sus prácticas culinarias.
Nos une también nuestra común experiencia con el racismo real doctrinario. Esa doctrina que se inventó para justificar el colonialismo. Esa doctrina que no es natural, no viene de la otredad. Esa doctrina que no es consubstancial al ser humano, como nos lo han querido hacer creer. El racismo real y doctrinario se inventó de manera perversa para dominar la mente, para justificar el pillaje, para subordinar a las masas colonizadas. Y no lo inventaron ignorantes. Se creó en la Iglesia: en el sector católico el Papa Urbano IV decretó esclavitud perpetua para los africanos y sus descendientes y en el sector evangélico un Inspector de Misión decía que en la piel negra del bosquimano de Papua solamente veía “las características del hombre primitivo, distorsionado y materializado por el pecado”.
Sí, en la forja del racismo, participaron algunas de las mentes más brillantes de Europa. Linneo en su Systema Naturae de 1758, Pieter Camper desarrollando su pseudociencia llamada cranografía, según la cual medía el ángulo craneal de los africanos para compararlos con los europeos, intentando demostrar científicamente por su tamaño y forma las supuestas diferencias en cuanto a capacidad intelectual. Nómbrelos: Voltaire, Hegel, David Hume, todos tocan la misma música de la supuesta superioridad blanca y la supuesta inferioridad negra. En el Caribe Edward Long, sostenía sin ambages el criterio de que los negros en general carecen de inteligencia mientras que en la América del Norte surgía la tesis del infantilismo crónico e incurable del negro propulsado entre otros por John Caldwell Calhoun. Y en Nuestra América del Sur, el psiquiatría José Ingenieros, afirmaba que “Los hombres de raza de color no deberán ser política y jurídicamente nuestros iguales; son ineptos para el ejercicio de la capacidad civil y no deberían considerarse personas en el concepto jurídico y Carlos Bunge afirmaba que el africano tenía una capacidad de pensamiento y de trabajo menor que la europea.
Pero a fe que nuestros tatarabuelos nunca se tragaron el cuento. A escondidas, muchos de ellos aprendieron a escribir y dejaron evidencia de que nunca perdieron su dignidad, su garbo. José de San Martín el libertador de Argentina afirmaba que “El mejor soldado de infantería que tenemos es el negro y el mulato”. Durante siglo y medio los maestros arquitectos de la familia afroguatemalteca de apellidos Porres construían la Iglesia de Esquipulas, la Catedral de Antigua, la Catedral de León Nicaragua y cuanta obra maestra se construyera en Centro América. Y contemporáneos a Bunge y en América del Norte, el afromestizo de origen suramericano Jan Mazeliger, inventaba la máquina que hizo posible la industrialización de los zapatos; (1882); el afrodescendiente Elijah McCoy (1872) inventaba el dispositivo que permitió la lubricación continua de los trenes (antes tenían que parar cada tanto para tales efectos) y en 1923 otro afrodescendiente, Garret Augustus Morgan, patentaba el primer semáforo de la historia.
Sin duda, el racismo aún nos afecta. Pero estamos aquí, hemos sobrevivido, gracias a la lucha inclaudicable de nuestros ancestros, que no solo son responsables de nuestras diversas líneas genéticas, sino de nuestra común pertenencia a una comunidad cultural.
Nos une también, la sangre y el sudor que hemos puesto en estas tierras, en la construcción de estas naciones, en la forja de la economía de occidente, en la fragua de la cultura culinaria, musical, deportiva, en las artes y en las ciencias, en la religiosidad de nuestras comunidades y en gran medida en nuestras características fenotípicas, pero sobre todo, en nuestra cultura autóctona.
Esta realidad histórica, conlleva la responsabilidad por la totalidad del grupo y por la totalidad de la vida. Somos la comunidad ancestral: los que fueron continúan vivos en nosotros y nosotras y seguiremos adelante, vivos en los que han de venir.
Por tanto, nuestra responsabilidad es universal en el tiempo y universal en el espacio, es la responsabilidad de superar la trampa de desconocer lo que somos, de aceptar nuestra identidad diversa, múltiple y plural.
Recuperar la horizontalidad de género.
Otra de las trampas que nos esclavizan, es la crisis de identidad que en alguna medida padecemos, producto precisamente de nuestra historia. Esto se refleja entre otras cosas, en las dificultades en la relación de género que algunas veces se presenta en nuestras comunidades. En ocasiones, incluso nos dejamos convencer por el feminismo pequeño burgués de las hijas, nietas y biznietas de los esclavistas, de que el problema de nuestras mujeres les viene por haber sido confinadas al ámbito privado. Entonces caemos en lo que quiere Willie Lynch: la lucha de la mujer contra el varón y viceversa. Pero el problema de género en nuestras comunidades no tiene nada que ver con la experiencia histórica de las mujeres pequeño burguesas, blancas y mestizas. La mujer afrodescendiente siempre tuvo que incursionar en el espacio público, por cultura o en defensa de sus propios derechos y los derechos de sus hijos.
Robert Fisher (1998), Maria Elisa Velazquez (2006) y muchos otros, han documentado esta posición originaria en sus escritos. En la cultura tradicional Africana, en la antigüedad o en la edad media, las mujeres tuvieron siempre una posición de mayor libertad.
Pongamos de ejemplo la antigua cultura de Dahomey, en la cual el mundo divino está administrado por varios pares de mellizos de ambos sexos, por lo cual, en el orden terrenal la administración del Reino estaba encargada a parejas mixtas. Cada funcionario de sexo masculino tenía una contraparte femenina que trabajaba junto a él y además monitoreaba su trabajo.
Incluso, en las sociedades africanas tradicionales de carácter poligámico, las mujeres tenían control sobre su propio espacio, su casa, tierras, su propio ganado, y gozaban de gran libertad. No en vano en el Imperio de Shaka Zulú cualquier varón que violase a una mujer era sometido a la pena capital, sin importar su rango.
No vamos a negar que la cultura islámica por una parte y el cristianismo colonial por otra, causaron un fuerte impacto en la cultura africana, a resultas de lo cual la posición de las mujeres africanas en algunos espacios se vino a menos. Sin embargo, en otros espacios africanos y en las Américas, una buena parte de esos valores se conservaron.
Y las hemos tenido luchando, a la par, e incluso delante de los varones, por la libertad, por sus hijos y nietos. Saludos a la Reina Nanny, cimarrona jamaicana, la lidereza indiscutible de las fuerzas de aquellos africanos y afrodescendientes caribeños que mandaron a decretar su propia libertad. Salud a Baraunda, la que junto a su marido el inmortal Satuyé lucharon a muerte por su pueblo garífuna. Ahí está la afroperuana Micaela Bastidas, la esposa de Tupac Amaru II (1780) que asumió una posición determinante en lucha por la libertad del Perú. Formó parte del Consejo Revolucionario integrado por apenas 5 personas y encabezó reiteradamente algunas de las frentes de lucha, mientras su esposo comandaba en otras. Capturada, torturada y ejecutada de la forma más cruel imaginable, murió con la frente en alto, habiendo dado con su esposo la lucha por una América Libre, habiendo dignificado la posición de la mujer en medio de aquella tenebrosa cultura colonial y habiendo decretado la liberación de los esclavos.
En la guerra de independencia de los criollos hispano descendientes, destacan también muchas afrodescendientes, presentes en la esfera pública. Juana Ramirez (1790-1856), la afro-venezolana, conocida como Juana la Avanzadora por su disposición a entrar en batalla. En mayo de 1813 tuvo una victoria determinante contra las fuerzas realistas con su ejército de amazonas. María Remedios del Valle, la afro-argentina que participó activamente en la batalla contra los ingleses que invadieron Buenos Aires; incorporada al Batallón Andaluz y posteriormente luchando por la independencia del Virreinato de La Plata en las fuerzas del General Belgrano. Y qué decir de la cubana Mariana Grajales Coello, una parda libre, madre de los hermanos Maceo. Se cuenta que al congregarse el ejército insurgente en la hacienda de los Maceo, ella, crucifijo en mano los hizo jurar “patria libre o muerte” a nombre de Jesucristo, a quien ella calificó como el primer hombre liberal que caminó en este planeta.
Podríamos seguir, porque están las mujeres del mercado que tuvieron que ir a vender sus productos al término de la esclavitud, cuando los hombres negros se quedaron sin empleo. Pero ha de bastarnos los ejemplos dados para señalar que los problemas de la mujer negra no vienen de un supuesto confinamiento histórico al ámbito privado, sino de la esclavización, del racismo real doctrinario y que el racismo y la discriminación viene por igual de ambos sexos. Y los problemas que tiene la mujer negra con su propio compañero negro, tales como la violencia y la falta de compromiso, tienen que resolverse con una visión intracomunitaria, recuperando al interior de la comunidad la horizontalidad de género porque eso es lo nuestro, y luchando contra el machismo y el racismo real que la somete a una doble discriminación por mujer negra y en no pocos casos a la triple discriminación al agregarse el factor pobreza. Y en esa lucha los varones negros debemos ocupar también un sitio de responsabilidad.
La liberación debe apoyarse en los valores tradicionales de la comunidad ancestral, que deben ser recuperados. La posición de subordinación de la mujer asignada por los descendientes de los hijos de Abraham, nunca fue de recibo por parte de nuestras ancestras. Por tanto, aunque es válido en esta lucha caminar de la mano con aliados, no hay que olvidar nunca que, al decir de Marley, nadie más que nosotros mismos podemos liberar nuestras mentes.
Afirmarnos en la noción de autonomía de la lucha política
El tercer postulado que les invito a considerar, es la necesidad de reafirmar la autonomía de nuestra lucha política. Willie Lynch fue muy claro: oponer a los negros viejos contra los negros jóvenes, a las mujeres contra los hombres, a los de piel más clara contra los de piel más negra, y yo diría modernamente, oponer a unos y otros, estigmatizándonos como negros de derecha, para oponernos a los supuestos negros de izquierda y confrontar a las negras de izquierda contra las supuestas negras de derecha.
Por supuesto, no vengo aquí a proponer que descartemos la opción de caminar con aliados, pero hay que mantenerse críticos, vigilantes y autónomos. No hay que olvidar que la sociedad del gran Tomás Jefferson, según la cual todos nacemos libres e iguales ante la ley, produjo el nefasto sistema de discriminación conocido como Jim Crow, con sus parques, iglesias y servicios sanitarios segregados. Los grandes pensadores de la ilustración francesa fueron los principales constructores del racismo real doctrinario. Para Voltaire en su momento y para Kant en el suyo, los africanos y sus descendientes pertenecían a una raza o especie inferior. Y en Nuestra América, Los afrodescendientes lucharon, hombres y mujeres juntos, en las guerras criollas por la independencia, pero luego vino la traición. Los antiguos esclavistas criollos no aceptaron a los aliados de las guerras como sus iguales. Eso forzó a los afrodescendientes a buscar opciones propias, tales como el Partido Independiente de Color en Cuba, A Frente Negra Brasileira (FBN) y el Partido Auténtico Negro de Uruguay, todos aplastados por las circunstancias, su actividad proscrita y en algunos casos, sus miembros encarcelados o asesinados.
Los afrodescendientes también han tratado de trabajar desde el interior de los partidos políticos. La escogencia casi siempre estaba relacionada con las posturas que los diferentes grupos políticos asumieran en torno a temas como la esclavitud y el racismo. Este fenómeno se repite en toda la América Latina. Pero también esta estrategia fracasó en el pasado y sigue fracasando hasta cierto punto. Lo señalaron los ancestrales afro-argentinos. En efecto, la población afro-argentina hizo grandes esfuerzos por apoyar a alguno de los partidos políticos que surgieron. Pero al cabo llegaron a una tajante conclusión. En sus propias palabras:
“¡Qué nos importa que gobierne Juan, Pedro o Diego (…) cuando aunque reconozcamos nuestros derechos y expongamos nuestra voluntad prestando nuestro voto y haciendo propaganda en los centros políticos, la resolución de un número de ciudadanos que se titulan padres de la patria es contradictoria muchas veces contra la verdadera voluntad de la mayoría del pueblo”
Esta inconsistencia de los partidos políticos en relación con la cuestión de la afrodescendencia franqueó las ideologías. No pocos comunistas, consistentes con la más rancia tradición europea, se apegaron fanáticamente al libreto de Marx y Hegel, negándose a tomar en cuenta las luchas específicas de las mujeres y de los afrodescendientes, reduciendo así toda la dinámica histórica a la lucha de clases. Allí donde operó la buena fe, hubo la consideración bastante ingenua de que al resolver la lucha de clases se resolvía automáticamente el problema racial. Pero frente a esa perspectiva reduccionistas, hubo afrodescendientes que lucharon desde la perspectiva del socialismo crítico, en tendencias como las de Walter Rodney, Maurice Bishop o Eric Williams.
Los afrodescendientes continuaron buscando la manera de cambiar su suerte. Sea mediante los sucesivos Congresos Panamericanos, sea mediante movimientos intelectuales como la Negritude, o bien por medio del Nacionalismo Negro de Marcus Garvey, que dicho sea de paso fue un gran salto adelante. Garvey vivió y murió luchando contra la sombra de Willie Lynch y los viejos piratas que nos mencionaba Marley. Pero su mensaje sigue vigente: Según la “Declaración de los Derechos de los Pueblos Negros del Mundo” estamos hablando de 1920, solo una postura anticolonialista, que combatiera la discriminación en las esferas de la educación, el servicio público, en el sistema judicial y en el régimen salarial entre otros, resolverá el problema. Garvey insistió en que los derechos no se piden, se toman, tesis que al amparo de su filosofía de la no violencia validó Martin Luther King con creces.
Juventudes de América de Afro América, es preciso reafirmar siempre la autonomía de nuestra lucha política. Las únicas alianzas válidas son aquellas que se hacen con quien esté dispuesto a aceptar nuestro derecho a ser diferentes. El racista no distingue entre derecha e izquierda, salvo claro, cuando recurre a tal distinción para dividirnos. Ni la derecha ni la izquierda ha resuelvo jamás nuestra suerte. Lo que se haya logrado y lo que haga en la derecha o en la izquierda, ha sido siempre y será el fruto de lo que hagamos nosotros –como la Reina Nanny, como lo hizo Micaela Bastidas, como lo hizo Nicolás Guillén y Garvey -según nuestro propio esfuerzo. Estamos llamados a liberar nuestras mentes de todo divisionismo.
Un aliado que no esté dispuesto a aceptar este precepto, no es buen aliado. Y a la vez, un afrodescendiente que no mantenga este compromiso, debe darse cuenta que al caer en el juego de derecha e izquierda no solo no aporta nada a nuestra causa, sino que traiciona a sus ancestros.
Defender nuestra integridad mental a toda costa.
Finalmente los exhorto a resistir la tentativa de convertir nuestra cultura y nuestra conducta en enfermedad. Hay una peligrosa tesis psiquiátrica que sostiene que los afrodescendientes padecemos de un síndrome pos esclavitud. Los problemas específicos que sufre actualmente la juventud afrodescendiente, son producto de la discriminación racial, que es real, y son reales sus consecuencias. Pero el enfoque de la psiquiatría europea y norteamericana es absolutamente sesgado. Si hay un síndrome pos esclavitud del cual son víctimas los afrodescendientes, habría que descubrir con igual denuedo el síndrome correspondiente del descendiente de los esclavistas blancos. Lo que es más, son estos los que aún hoy continúan sus esfuerzos por justificar la discriminación contra las mayorías no blancas.
Nuestras sociedades latinoamericanas y caribeñas, adoptaron como ideología fundacional el social darwinismo. Se puede resumir en tres conceptos: alienación por lo europeo (eurofilia) rechazo y minusvaloración de la diversidad cultural (etnofobia) y auto-desprecio de lo propio, de nuestra propia herencia cultural (endofobia). Esta visión del mundo llevó a la invisibilización del africano y de sus descendientes, al desdén por la propia cultura y por los propios valores. A lo largo de la historia, teólogos, antropólogos, historiadores, filósofos y ahora vienen estos psiquiatras de mal cuño, afirmando que el futuro de los afrodescendientes y latinos se percibe gris, dado que hay diferencias insalvables entre la inteligencia de blancos y negros, diferencias determinados genéticamente. Es decir, alegan que los africanos y sus descendientes somos genéticamente inferiores. Retoman viejas tesis que creíamos superado, sobre las supuestas diferencias cualitativas existentes entre las familias fenotípicas de la humanidad.
Juventudes de Afro América. Ya nos han excluido, invisibilizado, marginado y criminalizado suficiente, para que ahora vengan los psiquiatras a diagnosticarlos como enfermos mentales. Ustedes tienen la obligación de rechazar de plano estos intentos por convertir en síndromes de locura la conducta del afrodescendiente, con lo cual se niega la dinámica histórica, ocultando las verdaderas causas y las fuerzas que inventaron y mantienen vivo el racismo: ahora resulta que las personas negras somos víctimas de nosotros mismos, de nuestro propio yo pos esclavo. Es que no les basta la criminalización del joven negro para que ahora también aparezcamos como enfermos mentales, diagnosticados por la psiquiatría eurocentrista y sus adláteres. Lo que sigue sería resucitar en plenitud la vieja tesis eugenésica de Galton y otros, según la cual a la naturaleza habría que darle una ayudita, para que sobrevivan los más aptos, es decir, los más “inteligentes”. Los programas de esterilización practicados en la Alemania nazi y los Estados Unidos durante el Jim Crow, penden de nuevo sobre nuestras comunidades, con la sutil excusa del síndrome pos esclavitud.
Juventudes de Afro América, estos son los Willie Lynch de nueva data. Son los viejos piratas con sus barcos traficantes, sobre cuya presencia nos alerta Bob Marley. Los viejos piratas, que vendieron a nuestros ancestros. Pero en esta generación hemos de salir triunfantes. Hemos de emanciparnos de la esclavitud mental.
Este momento y lugar, esta Cumbre de la Juventud Afrodescendiente nos impone la necesidad de recuperar los valores propios y funcionales de la comunidad ancestral, recuperar la horizontalidad de nuestras relaciones de género, resguardar a toda costa nuestra autonomía en la lucha política, aliándonos solo con aquellos que aceptan nuestro derecho a la diferencia y nuestra lucha por la equidad, y como no, nos impone también la obligación de defender nuestra integridad mental y la de nuestros descendientes.
Juventudes de Afro América. Esta cumbre les está pasando la antorcha. Les corresponde continuar la lucha de la comunidad ancestral, en el tiempo y en el espacio. Este es el tiempo de ustedes. El espacio de ustedes. Afer Lumen, la Luz Africana esté con ustedes, porque ahora, les corresponde a ustedes llevar la antorcha.
* Quince Duncan nació el 5 de diciembre de 1940 en San José. Se crió en un pueblo de "La Línea" a 20 millas de Limón. Inició sus estudios en Escuela de Estrada y en la Ricardo Jiménez (nocturno) y la secundaria la realizó en el Liceo de Costa Rica. Escribe desde los 14 años de edad.
Fue por muchos años profesor de la Universidad Nacional y ha sido Presidente de la Asociación de Autores de Obras Literarias, Artísticas y Científicas de Costa Rica, miembro del Consejo Directivo y Presidente de la Editorial Costa Rica, miembro del jurado de los premios Nacionales y ha desempeñado una serie de cargos honoríficos que confirman el valor profesional, literario e intelectual del señor Duncan.
Duncan ha revelado el aislamiento, el dolor y la belleza de la zona Atlántica costarricense, con lo cual se ha convertido en uno de los literatos pioneros en exponer las vicisitudes del pueblo limonense, con toda su riqueza cultural y su drama humano. Su talento narrativo, desde su inicio como escritor, le ha granjeado reconocimiento público, como el Premio Editorial Costa Rica y el Premio Nacional de Literatura. También ha despertado el interés de estudiosos nacionales e internacionales, tal es el caso de la obra Lo jamaicano y lo universal en la obra del costarricense Quince Duncan, autoría de Donald K. Gordon (Editorial Costa Rica, 1989). Durante toda su vida ha investigado sobre la cultura de los afrodescencientes y ha puesto mucho énfasis al fenómeno del racismo.
Varias de sus obras han sido distinguidas con el Premio Nacional "Aquileo J. Echeverría" y su obra literaria ha sido y sigue siendo objeto de estudio en algunas facultades de letras de Costa Rica y el mundo. La Universidad de St. Olaf en Northfield, Minnesota, le otorgó en el año 2001 el Doctorado Honoris Causa por su labor académica, literaria y su lucha por los derechos humanos.
** Lema de la Cumbre Mundial de Juventud Afrodescendiente