11 dic 2012

Juventudes afrodescendientes




La comunidad ancestral está constituida -como lo señala el pueblo Ashanti-de los ancestros, de los vivientes y de los que han de venir. Es por ello que entendemos que la militancia es parte de nuestra existencia. Así como nosotros hemos recibido mejores condiciones de vida, gracias a las luchas de nuestros ancestros, nosotros debemos de participar y producir mejores condiciones para nosotros y para los que están por venir. En ese sentido el trabajo intergeneracional es un eje fundamental de la lucha antirracista y afrocentrada, por eso UBUNTU está comprometido con el mismo. Entendemos que el trabajo intergeneracional es la promoción de los derechos, oportunidades y el liderazgo de las juventudes así como también la promoción del diálogo intergeneracional desde una lugar de horizontalidad y que tome en cuenta las diversas opiniones como forma de caminar en nuestro proyecto político como movimiento afrodescendiente.

Tenemos que entender que somos parte de un todo, que se extiende en el espacio y en el tiempo. En ese sentido, nos une un origen común y por tanto el enfrentamiento entre jóvenes y adultos es algo impuesto por el sistema y ajeno a nuestra cultura ancestral que toma en cuenta cada uno de los momentos a lo largo del ciclo de la vida.

Nos unen muchas cosas como para adentraros en conflictos que no nos corresponden. Es verdad que muchas veces no se les da espacio a las juventudes, ya que la ocupación de los espacios de poder supone disputas y conflictos. Pero esa disputa es respetuosa y reconociendo las trayectorias anteriores que nos llevaron hasta dónde hoy estamos con todo lo positivo y también con todo lo negativo. Tenemos la oportunidad de promover cambios y de proponer nuestra perspectiva juvenil para aportar a la lucha por nuestra verdadera liberación. 

Como dice Quince Duncan "...Nos une una cultura común, ya que la gran mayoría de nuestros ancestros africanos, vinieron de una cultura  muy similar, de una región geográfica, de un área cultural con enormes semejanzas culturales.

También nos une, la común experiencia de nuestros ancestros africanos y afrodescendientes con la esclavización. Nuestros ancestros fueron arrancados a la fuerza de su territorio, despojados de su humanidad, sometidos a la más cruel y prolongada barbarie que ha azotado a la humanidad. Porque la esclavitud trasatlántica fue eso, un crimen de lesa humanidad, que implicó la cosificación de los seres humanos que en la legislación y en la cultura occidental, pasaron a ser enlistados junto a las bestias de carga y el mobiliario.  
Nos une también la lucha heroica de nuestros antepasados, que resistieron en el Africa –loas a Nyzinga Mvande, loas a Shaka Zulu, loas a la comunidad africana que resistió a como pudieron, con sus armas artesanales y su valor infinito. Egregia la lucha de los que resistieron en América, palmas a Yanga de México, palmas a Benkos Biojo de Colombia, palmas a Illescas del Ecuador. 

Nos une la lucha heroica de los que jamás creyeron la vetusta historia de nuestra deshumanización.
Nos une nuestra común experiencia con las castas, que nos dividió por el grado de melanina en nuestra piel. Como lo señalaba el autor de la carta de Willie Lynch, los de piel clara contra los de piel negra, los de piel negra contra los de piel clara. Las castas, un sistema estructurado  deliberadamente para dividirnos. El Tercer Código, liberado en Santo Domingo, intentó institucionalizar de manera definitiva el sistema de “castas” y establece una clara segregación entre ellas. La ley Nº 1 del Capítulo Tercero señala la intención cuando dice: es muy explícito. Dice al efecto: “Dividiremos su población. Primeramente en negros esclavos y libres y estos en negros y mulatos o pardos”. Pueden ver, estimados jóvenes que esa fue la práctica de la filosofía de Willie Lynch en el mundo iberoamericano. El sistema de castas nos nos dejó mucha basura, como eso del pelo bueno y el pelo malo, como eso de las facciones finas, como eso de levantar el color. Pero nuestros tatarabuelos y tatarabuelas se levantaron por encima de las castas, para reconstruir su cultura y recuperar su africanidad, se levantaron para seguir construyendo su espiritualidad, su música, sus danzas, sus prácticas culinarias.  
Nos une también nuestra común experiencia con el racismo real doctrinario. Esa doctrina que se inventó para justificar el colonialismo. Esa doctrina que no es natural, no viene de la otredad. Esa doctrina que no es consubstancial al ser humano, como nos lo han querido hacer creer. El racismo real y doctrinario se inventó de manera perversa para dominar la mente, para justificar el pillaje, para subordinar a las masas colonizadas. Y no lo inventaron ignorantes. Se creó en la Iglesia: en el sector católico el Papa Urbano IV decretó esclavitud perpetua para los africanos y sus descendientes y en el sector evangélico un Inspector de Misión decía que en la piel negra del bosquimano de Papua solamente veía “las características del hombre primitivo, distorsionado y materializado por el pecado”.
Sí, en la forja del racismo, participaron algunas de las mentes más brillantes de Europa. Linneo en su Systema Naturae  de 1758, Pieter Camper desarrollando su pseudociencia llamada cranografía, según la cual medía el ángulo craneal de los africanos para compararlos con los europeos, intentando demostrar científicamente por su tamaño y forma las supuestas diferencias en cuanto a capacidad intelectual. Nómbrelos: Voltaire, Hegel, David Hume, todos tocan la misma música de la supuesta superioridad blanca y la supuesta inferioridad negra. En el Caribe Edward Long, sostenía sin ambages el criterio de que los negros en general carecen de inteligencia mientras que en la América del Norte surgía la tesis del infantilismo crónico e incurable del negro propulsado entre otros por John Caldwell Calhoun. Y en Nuestra América del Sur, el psiquiatría José Ingenieros, afirmaba que “Los hombres de raza de color no deberán ser política y jurídicamente nuestros iguales; son ineptos para el ejercicio de la capacidad civil y no deberían considerarse personas en el concepto jurídico y Carlos Bunge afirmaba que el africano tenía una capacidad de pensamiento y de trabajo menor que la europea.
Pero a fe que nuestros tatarabuelos nunca se tragaron el cuento. A escondidas, muchos de ellos aprendieron a escribir y dejaron evidencia de que nunca perdieron su dignidad, su garbo. José de San Martín el libertador de Argentina afirmaba que “El mejor soldado de infantería que tenemos es el negro y el mulato”. Durante siglo y medio los maestros arquitectos de la familia afroguatemalteca de apellidos Porres construían la Iglesia de Esquipulas, la Catedral de Antigua, la Catedral de León Nicaragua y cuanta obra maestra se construyera en Centro América. Y contemporáneos a Bunge y en América del Norte, el afromestizo de origen suramericano Jan Mazeliger, inventaba la máquina que hizo posible la industrialización de los zapatos; (1882); el afrodescendiente Elijah McCoy (1872) inventaba el dispositivo que permitió la lubricación continua de los trenes (antes tenían que parar cada tanto para tales efectos) y en 1923 otro afrodescendiente, Garret Augustus Morgan, patentaba el primer semáforo de la historia.
Sin duda, el racismo aún nos afecta. Pero estamos aquí, hemos sobrevivido, gracias a la lucha inclaudicable de nuestros ancestros, que no solo son responsables de nuestras diversas líneas genéticas, sino de nuestra común pertenencia a una comunidad cultural.

Nos une también, la sangre y el sudor que hemos puesto en estas tierras, en la construcción de estas naciones, en la forja de la economía de occidente, en la fragua de la cultura culinaria, musical, deportiva, en las artes y en las ciencias, en la religiosidad de nuestras comunidades y en gran medida en nuestras características fenotípicas, pero sobre todo, en nuestra cultura autóctona.

Esta realidad histórica, conlleva la responsabilidad por la totalidad del grupo y por la totalidad de la vida. Somos la comunidad ancestral: los que fueron continúan vivos en nosotros y nosotras y seguiremos adelante, vivos en los que han de venir.
Por tanto, nuestra responsabilidad es universal en el tiempo y universal en el espacio, es la responsabilidad de superar la trampa de desconocer lo que somos, de aceptar nuestra identidad diversa, múltiple y plural. "*

Muchas veces caemos en el sectarismo y pensamos todo en términos de grupos específicos dentro del movimiento: juventudes afrodescendientes, mujeres afrodescendientes, etc. Debemos trabajar por el empoderamiento de estos sectores pero que este no signifique la división del movimiento, es decir siempre debemos desde la articulación específica de estos sectores e identidades aportar a la construcción del movimiento negro, respetarlo y defenderlo. Colocar los temas generacionales, de género en el marco de nuestra agenda política. Para ello lo más importante es comenzar a generar confianzas y alianzas que debemos respetar a partir del diálogo cuando hay desentendimientos y/o conflictos, ya que los mismos siempre existirán. 

El audiovisual TQVC, Jóvenes afrodescendientes y nosotros que pensamos? se abordan varias de estas cuestiones y el mismo sirve de disparador para el debate y para desanudar algunos de los conflictos actuales que atañen al movimiento. Una forma innovadora y fresca de promover el debate! Esperamos a lo largo del 2013 promover varias instancias en dónde difundir y hacer circular el audiovisual para promover el debate en el movimiento y fuera de él con el fin de fortalecer a las juventudes afrodescendientes.

* Extracto de MENSAJE A LAS JUVENTUDES DE AFRO AMERICA: LA IMPORTANCIA DE LA LIBERACIÓN DE NUESTRAS MENTES! (CUMJUVA, 2011)